jueves, 24 de enero de 2008

Sobre "La Fiesta del Chivo"

Esto lo leí anteayer en Perú21, un artículo escrito por el dramaturgo César de María acerca de la "controversial" puesta en escena de la adaptación teatral de "La Fiesta del Chivo". Ya que no estaba colgada, la transcribiré, pues me parece una opinión muy acertada:


EL CHIVO VA A LAS TABLAS SIN TRAICIONAR LA NOVELA

La fiesta del Chivo, en adaptación teatral del colombiano Jorge Alí Triana, es un éxito merecido por varias razones. La contundencia del montaje - que no teme ir teatralmente de un extremo a otro, desde lo guiñolesco y macabro hasta lo sutil y melodramñatico - así como el ambicioso casting emocionan y satisfacen al público. Pero emociona también la pertinencia del montaje y de la novela de Mario Vargas Llosa al aludir dos temas perennes en la política peruana: la brutalidad de las tiranías y la traición al pueblo. Si el primer tema es de actualidad por el juicio a Fujimori, el segundo es un bajo perpetuo en la vida republicana: desde el presidente Pardo huyendo en plena guerra con Chile con el dinero para comprar armas hasta García matando a paquetazos al pueblo, pasando por los tránsfugas de los 90 y los de hoy, más solapados pero igualmente traidores.

Ambos temas dividen la puesta en dos: La primera mitad, a grosso modo, narra la salvaje opresión de Trujillo a su República Dominicana. La segunda, en cambio, pasa de lo macro a lo micro y nos cuenta, reduciéndose a una tensa obra para dos actores, la traición de un padre a u hija, ruin e inolvidable, similar a la de los malos gobernantes hacia sus pueblos. Cerebrito, destacado político, entrega a su hija a los apetitos del dictador haciéndose el idiota (como Morales Bermúdez entregó a los montoneros) y sobrecoge así a los espectadores, con la vigencia que le da a la pieza el continuo tufo a traición que el pueblo peruano detecta por todos lados, desde la venta de Wogn a chilenos hasta la nula reconstrucción de Pisco.

Sin embargo, en esta adaptación, no hay traición artística a la novela. Cuando joven defendi la adaptación al cine de Francisco Lombardi de La ciudad y los perros a la que acusaron de "traicionar" a la novela, y hoy apoyo las adaptaciones al radioteatro que hace Alonso Alegría con las mejores novelas de la literatura universal. No hay traición en resaltar plots, olvidar personajes o relegar sutbtemas, si así se logra el dramatismo. El arte es el ejercicio de la libertad y andar buscándole traiciones es querer amarrarlo con fundamentalismos que los mejores creadores abolieron hace años. Ser defensores de la puerza artística hoy es negarse al cambio y, quizás, no ser capaz de ver las auténticas traiciones, aquellas que matan, esas que en vez de enriquecer nos empobrecen y que no salen en espectáculos ni policiales, sino, casi a diario, en la sección política.


César de María, Perú 21, página 23, martes 22 de enero de 2008


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